25 de feb. de 2013

La Voz de Galicia publica un artigo sobre Correos na Galiza



Las zonas rurales acusan más los reajustes en este servicio ante la caída de envíos, con retrasos en el reparto y el cierre de pequeñas oficinas

El correo electrónico ha matado a la carta timbrada. O casi. Correos reparte en Galicia más de 170 millones de envíos anuales, pero la carga de trabajo ha bajado de manera significativa en los últimos años y desde el 2007 se distribuye un 20 % menos de correspondencia, lo cual, en tiempos de crisis, ha llevado aparejada una reestructuración del servicio postal. Y con ella, los ajustes en la plantilla. «Adaptamos el empleo a las necesidades, pero sin despedir a nadie. Con el descenso de correo en ocasiones no es necesario tener el mismo número de personas que antes para realizar las mismas tareas», explican desde la empresa pública, integrada en la SEPI.

Es lo que ocurrió en Vigo el pasado verano. Los carteros de la oficina central se plantaron cuando Correos detectó un descenso de la actividad en la unidad -lo cifró en un 33,8 %- y decidió reducir personal. Los trabajadores hicieron huelga siete semanas, se acumularon miles y miles de envíos (millón y medio según los sindicatos, medio millón según la empresa) y al final hubo ajuste, aunque más suave del que se pretendía. «No se prescindió de ningún empleado fijo, solo afectó a cuatro carteros, a los que se reubicó en otras funciones. Los cambios no los hacemos por capricho, vienen avalados por estudios, con datos de correspondencia, de habitantes por zona, de número de portales. La metodología es la misma que cuando determina el aumento de plantillas», afirman en Correos.

Para los trabajadores, sin embargo, el ajuste es desproporcionado. «Cunha caída do 20 % no traballo, unha redución dun 10 % dos postos xa nos parece esaxerado. Os cálculos non poden ser estritamente matemáticos», señala Miguel Ramudo, delegado de la CIG. La plantilla actual de Correos en Galicia suma unas 3.600 personas (un 70 % se dedica al reparto), pero en los últimos años, según denuncian los sindicatos, se han quedado por el camino cientos de empleos. «Las bajas si son de días ni se cubren, y cuando un cartero se jubila la plaza no sale a concurso y la dirección estudia si la puede amortizar cubriéndola con otro compañero o bien suprimiéndola», asegura José Manuel Ramos, coordinador del sector postal de CC.?OO. en Galicia. La reducción de puestos, añade, hace que la calidad del servicio se resienta. «Hay retrasos, zonas peor cubiertas... En las ciudades, pero más en los núcleos rurales», comenta Ramos. «Hai carteiros que fan rutas de 100 ou máis quilómetros ao día, poñen os seus vehículos e as dietas de combustible son ridículas», dice Ramudo.

Dos meses sin recibir correo

Las quejas de los vecinos han empezado a surgir. Como en la parroquia de Santiago de Lampón, en Boiro, con 3.000 habitantes. Estuvieron dos meses sin recibir correspondencia. «Ni las facturas de la luz ni las cartas del banco, nada. Era un trastorno. La hija de una señora, que vive en Lanzarote, le envió a principios de diciembre un décimo de allí, pues el día del sorteo aún no lo había recibido», ilustra Eugenio Triñanes, vecino de Escarabote. «Ahora tenemos una cartera nueva y la situación ha mejorado algo», añade. Correos alega que el 50 % de la correspondencia con destino a este y otros pequeños núcleos de Galicia «va mal direccionada, con números antiguos, calles diferentes o errores en el código postal». «Todo eso crea confusión. En Escarabote, por ejemplo, se cambiaron los nombres de las calles y el cartero puede encontrarse con dos familias con la misma dirección. A veces, en una carta solo pone «Manolo, Escarabote» y es bastante complicado encontrar al destinatario», explican en Correos.

Para los vecinos, sin embargo, solo se trata de disculpas y reclaman otro cartero que refuerce el servicio y que, además, se reabra la pequeña oficina que Correos cerró en noviembre. «Nos dijeron que no hacía falta, que estaba cerca la de Boiro. Pero la mayoría de la gente que vive aquí es mayor y algunos tienen problemas de movilidad», apunta Lucía Pérez, presidenta de la asociación de vecinos de Santiago de Lampón.

El cierre amenaza a otras oficinas de atención al público. El coste del alquiler casi acaba este verano con la de A Bandeira, en Silleda. El Concello cedió finalmente un local en el centro social y de momento sigue abierta. En Covas, a 2 kilómetros de Viveiro, sucedió lo mismo y la estafeta reabrirá ahora en un local municipal. «No podemos tener oficinas auxiliares en todas partes. Hay que ver los resultados y si en una oficina entran dos personas al día, quizá no compense pagar un alquiler por tenerla abierta 8 horas», dicen en Correos.

En O Burgo, en Culleredo, sí hay demanda, pero no oficina. Sus 12.000 vecinos deben usar la de Vilaboa, «que está saturada e non queda cerca nin hai boa combinación de buses. É un problema para a xente maior», asegura Ramón Sixto, presidente de la asociación O Noso Burgo. Desde el 2007, cuando la solicitaron, Correos «só nos dá largas». «Rinse de nós, así que se non logramos a oficina no Burgo pediremos ao alcalde que lles faga pagar o aluguer da de Vilaboa. Se non, nos manifestemos diante da sede na Coruña», advierte Sixto.